viernes, 20 de septiembre de 2013

El traje de la condesa viuda de Ureña




Realidad y mito en el origen de la imagen de la Soledad de la Victoria

Javier Prieto Prieto. 


Grabado. Soledad del Convento de la Victoria. S. XVIII
 ___________________________________________________________________________

Este artículo pretende ahondar en las notas discordantes que se aprecian en la tradición sobre el origen de la Soledad de la Victoria, la configuración de su ajuar y su primacía en el desarrollo de la devoción a los dolores de Virgen.1 En las siguientes líneas se busca contextualizar las postulaciones sobre la ejecución de la Soledad de la Victoria en la realidad histórica y artística de finales del siglo XVI para discernir la realidad de la recreación en los datos proporcionados en el Discurso de Fray Antonio de Ares de 1640. 


___________________________________________________________________________


La condesa viuda de Ureña, doña María de la Cueva (Cuéllar ¿? – Madrid, 1566), forma parte de la historia del arte efímero de las cofradías como la promotora del uso de las prendas de luto en el atavío de las imágenes de la Virgen en sus advocaciones dolorosas. En los últimos años ha aumentado el interés por este personaje y su ajuar de viuda noble, gracias a la recuperación del relato de Fray Antonio Ares dentro de la obra La Virgen de luto de Eduardo Fernández Merino. El testimonio novela el momento en que acabada la imagen es necesario vestirla, señalando entonces la condesa “este Misterio de la Soledad de la Virgen parece cosa de viudas, y si pudiese vestir como viuda de la manera en que yo ando me gustaría tener parte en esto y poder servir a Nuestra Señora con un vestido y tocas mías2. La difusión de este pasaje en pleno siglo XXI se ha realizado en un marco de veracidad y rigor histórico completamente ajeno a la naturaleza del texto original y que al ponerse en cuestión hace tambalear las rígidas teorías sobre el origen de las dolorosas de vestir y la devoción a la Soledad en España.

El extracto forma parte del Discurso del ilustre origen y grandes excelencias de la misteriosa imagen de Nuestra Señora de la Soledad del Convento de la Victoria de Madrid, escrito por Fray Antonio Ares en 1640. Este texto se publica en plena expansión de la devoción a la imagen y de su propio título se infiere que su finalidad era la promoción y difusión del culto a una de las devociones más pujantes del Madrid de mitad del XVII. Es este casi un subgénero literario en nuestro país, pues son múltiples los textos escritos por clérigos para la propagación de la devoción a una imagen ya fuera para su promoción en su entorno urbano, se expansión en una orden religiosa o la difusión por nuevos territorios. A todos ellos es común el tono exaltado y la falta de exactitud en el rigor histórico a favor de la exaltación de las virtudes y milagros de la talla. De esta manera las referencias históricas suelen contar con recreaciones y figuraciones de los episodios que ponen sobre aviso de las licencias tomadas en la redacción de los mismos. El texto del fraile mínimo recoge el legendario origen de la imagen, su pujante presencia en la ciudad de Madrid y como no algunos de los múltiples milagros de tan afamado simulacro: "porque esta mañana me puse en el seno esta Imagen (mostrola y era de las bastas de papel), porque me auian dicho que el que la truxesse no le sucedería desgracia ninguna, como a mí me ha sucedido”.

Bajo estas premisas debe entenderse el relato de la participación de la condesa en la elección de las ropas de la nueva imagen, más aún cuando distintas investigaciones ponen en cuestión varios de los datos recogidos en el libro de Fray Antonio Ares. La investigación de Manuel Arias Martínez sobre la Soledad de la Victoria3 pone de manifiesto cómo será ya en pleno siglo XVII cuando se construye el mito sobre el origen legendario de la imagen (el tronco ardiente que por intercesión divina transforma en efigie sagrada el insigne Gaspar Becerra), en el contexto de un largo litigio con la cofradía de la Soledad que reclama la propiedad de la imagen. La disputa legal se dirime a favor de los frailes amparados el encargo de la reina Isabel de Valois y la autoría de Becerra, cuestionados ambos por la cofradía. A pesar de los muchos testimonios que se cotejan sobre la hechura y encargo de la imagen ninguno cita a doña María de la Cueva, un hecho cuanto menos llamativo dado que todo detalle sobre la participación de la reina Isabel de Valois  y su camarera favorecería la posición de los frailes mínimos que veían peligrar la imagen y con ella las limosnas de su pujante convento madrileño. Por si fuera poco las fechas del encargo y entronización tampoco casan con las crónicas de la época, ya que la reina Isabel y su camarera se hallaban en Bayona de viaje diplomático en septiembre de 1565 cuando se señala que fue entronizada la imagen con la presencia de ambas señoras4.

La interpretación del relato del encargo, ejecución y elección de las primeras ropas  como una reconstrucción posterior no supone devaluar por completo la crónica ni los datos aportados, más aún cuando son múltiples los testimonios de la época que logran los frailes mínimos para defender la intervención de la reina francesa. Ahora bien poner en cuestión el relato de Fray Antonio Ares conlleva abandonar determinados postulados en torno a esta imagen: la reina Isabel de Valois introdujo en España la devoción a la Soledad de María, la Soledad de la Victoria inauguró la costumbre de representar a la Virgen con ropas de luto o la imagen viste desde su origen largas tocas blancas y manto negro al uso de las viudas nobles.

Retrato de la condesa viuda de Ureña (1)

La reina Isabel de Valois introdujo en España la devoción a la Soledad de María

En la primera mitad del siglo XVI se conocen en España dos cofradías que ostentaban el título de Soledad y tenían ya una vida de hermandad estable con cultos y actos de devoción en torno a los dolores de la Virgen: la Cofradía de Nuestra Señora de la Quinta Angustia y Angustias y Soledad de Nuestra Señora de los Desamparados, de Valladolid (Cofradía de las Angustias) y la Cofradía del traspaso y soledad de Nuestra Señora de la ciudad de Sevilla (Hermandad de la Soledad de San Lorenzo). En los años 60 del siglo XVI la propagación de las cofradías de la Soledad aumenta especialmente en el entorno de Sevilla donde las formas y maneras de la cofradía hispalense marcan un auténtico modelo para las cofradías soleanas. Resulta probado que en 1555 ya existía una imagen de la Soledad en Sevilla que participaba en la procesión del Viernes Santo de su cofradía, aunque toda apunta a su hechura en la década anterior. Por las mismas fechas se encontraba al culto otra imagen de la Soledad en la localidad de Alcalá del Río, pues en las mandas testamentarias del sacerdote Bartolomé Ximenes del año 1556, se  dispone que los viernes de cada mes le digan una misa "a la efigie de Ntra. Sra. de la Soledad".

Por tanto cuando la reina Isabel de Valois amadrina el encargo de la comunidad de Mínimos para la ejecución de la Soledad ya existía en España un culto asentado a la Soledad de María. La Soledad de la Victoria se ejecuta en pleno nacimiento de la devoción a la Soledad de María como otras muchos simulacros más, será el favor real y la promoción de su devoción lo que propiciará su conversión en el ejemplo y referencia de la iconografía de esta advocación mariana, aunque todo ello ocurrirá ya bien entrado el siglo XVII.
 
Virgen de la Soledad, Sevilla ca. 1569 (2)
 La Soledad de la Victoria inauguró la costumbre de representar a la Virgen con ropas de luto.

La devoción a la Soledad de María hunde sus raíces en el culto a los siete dolores de María que promovió desde el siglo XIII la orden servita y que eclosionó definitivamente en Flandes en el siglo XV cuando Juan de Coudenberghe, cura de San Salvador de Brujas, fundó la primera cofradía de la Virgen de los Siete Dolores. Precisamente por ello será la pintura flamenca del siglo XV quien ofrezca los primeros ejemplos de la iconografía de los dolores de la Virgen, representando en ellos a la Madre de Dios con ropas negras. Aunque esta simbología no nace en el siglo XV,  pues el medievalista francés, especialista en estudios sobre el color, Michel Pastoureau sostiene que la representación de la Virgen con ropas  negras por la muerte de Cristo era común ya en el arte paleocristiano.

Las pinturas flamencas con la Virgen vestida de luto llegaron pronto a los reinos españoles, ocupando las capillas de reyes y nobles. El postulado de las pinturas flamencas marco el panorama de las representaciones de esta iconografía a partir del siglo XVI siendo cada vez más común la representación de la Virgen con ropas de luto. Algunos de los ejemplos más destacados son “La Virgen mostrando al Varón de Dolores” de Hans Hemling pintada en 1480 y que se conserva en la Capilla Real de Granada, Nuestra Señora de los Dolores de Adriaen Isenbrandt  (con una interesantísima representación de los siete dolores de la Virgen), El llanto sobre Cristo Muerto de Durero o el Descendimiento de Juan Correa de Vivar, estos tres del siglo XVI.

De esta forma cuando se encarga la imagen de la Soledad a Gaspar Becerra existe ya una amplía iconografía sobre la Virgen ataviada con ropas de luto como señal del duelo y aflicción por la pasión y muerte de su hijo, ahondando así en el contenido de la devoción a los dolores de la Madre de Dios. El recurso del luto en el atavío de la imagen del convento de la Victoria no respondería por tanto al postulado teológico de la condesa sobre la viudedad mística de María si no que se limitaron a recurrir al modelo flamenco de representar la mater dolorosa.

Mater Dolorosa, siguiendo la iconografía de la Soledad (3).
Virgen Dolorosa ataviada con prendas de luto (4).
Los siete dolores de la Virgen. (5)
  La imagen viste desde su origen largas tocas blancas y manto negro al uso de las viudas nobles.

Quizás la afirmación más extendida sobre los primeros años de la Soledad de la Victoria es la que hace referencia al propio traje de la condesa viuda, sobre el cual sus coetáneos no guardaban recuerdo alguno. El primer ajuar de la Virgen de la Soledad respondería al denominado luto de corte, es decir el luto que vestían las damas de la alta nobleza al enviudar. Aspecto altamente probable, no por la vehemencia de la camarera de la reina al solicitar que vistiese a su modo y manera, si no por la secular costumbre de ataviar a las imágenes de la Virgen con los mejores aderezos conocidos que solían coincidir con los usados por la alta nobleza y la familia real. Así la imagen se vestiría con las prendas de luto al modo en que lo hacían las grandes damas. Hasta aquí no hay diferencia con el postulado oficial, el problema surge al definir en qué consistían esas prendas. Es de nuevo Fray Antonio Ares quien genera la confusión al identificar las prendas primitivas con las que lucía la imagen en 1640, casi un siglo después de su ejecución.

Las prendas de luto al igual que el resto de ropas estaban sujetas a las modas y así se observa  al analizar la pintura civil de la época. Según avanza el siglo XVI y más aún en el XVII los retratos de las viudas nobles o dueñas presentan variaciones en la prenda más característica de su ajuar: las tocas. Las tocas eran piezas de lienzo que enmarcaban la cara y cubrían parte del cuerpo de las viudas. Su aspecto cambió con el tiempo, así en los retratos de mediados del siglo XVI la toca cubre el cuello y el inicio del busto, mientras que ya a partir de 1600 la toca se alarga hasta pasada la cintura. Será en la regencia de Mariana de Austria cuando las grandes tocas blancas alcancen su máximo apogeo llegando a cubrir casi la totalidad del cuerpo, aliviándose la sobriedad del traje con la costumbre de ceñirlas sobre el cuerpo tal y como reflejan los retratos de la reina viuda.

Así analizando los retratos coetáneos a la ejecución de la Soledad de la Victoria es difícil inferir que esta vistiese las largas tocas que tardarían en usarse todavía más de treinta años, por ello es posible aventurar que las primeras prendas de la Virgen la acercarían a los modelos de la pintura flamenca que hemos analizado anteriormente. Sería ya en el siglo XVII cuando el ajuar de la imagen se adaptase a los nuevos gustos barrocos coincidiendo con el período de mayor crecimiento de su devoción gracias a la vinculación de la familia real, un período en el que las grandes damas que hicieron gala del  ya afamado traje de dueñas. Basten dos ejemplos la emperatriz María de Austria, profesa en las Descalzas Reales tras enviudar, y Mariana de Austria, quien vistió  el luto de las viudas nobles durante toda su regencia.


Detallle puerta izquierda, donante ataviada con el luto a la moda del XVI. (6)
Damas nobles de la ciudad de Sevilla, 1555-1556. (7)

Traje de Dueña con las tocas sueltas hasta la altura de las caderas (8)

Mariana de Austria con la toca blanca hasta la altura de la rodilla y ceñida a la cintura (9)

___________________________________________________________________________

1.- Estas breves notas forman parte de un estudio más amplio y aún incompleto sobre el origen y consolidación de las cofradías de las Angustias y Soledad, las diversas iconografías en torno a los dolores de la Virgen y la evolución de las formas y maneras de presentar las imágenes dolorosas.

2.- FERNÁNDEZ MERINO, Eduardo. La Virgen de Luto. 2012

3.- ARIAS MARTÍNEZ, Manuel. "La copia más sagrada" la escultura vestidera de la Virgen de la Soledad de Gaspar Becerra y la presencia del artista en el convento de Mínimos de la Victoria de Madrid. Boletín. Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, ISSN 1132-0788, Nº. 46, 2011, págs. 33-56.

4.- ROMERO TORRES, José Luis. La condesa de Ureña y la iconografía de la Virgen de la Soledad de los frailes mínimos (I). Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, ISSN 16971019, Nº. 14, 2012, págs. 55-62.

___________________________________________________________________________

ILUSTRACIONES:

(1) Retrato de Doña María de la Cueva, IV Condesa de Ureña, anónimo. Universidad de Osuna
(2) Regla de la cofradía del traspaso y la soledad de Nra. Señora de esta ciudad de Sevilla, 1555-1557/1569/1592. Villanova College Library, Villanova, Pennsylvania.
(3) Mater Dolorosa. 1480. Galleria degli Uffizi, Florence.
(4) La Virgen mostrando al Varón de Dolores.1480.Hans Hemling. Capilla Real de Granada.
(5) Nuestra Señora de los Dolores. Ca. 1518. Adriaen Isenbrandt (o Ysenbrandt).
(6) Relicario. S. XVI. Convento de Agustinas de la Purísima Concepción. Toledo.
(7) Retablo de la Purificación, detalle (Retratos femeninos de la familia caballero). 1555-56. Pedro de Campaña. Capilla del Mariscal Don Diego Caballero, Catedral de Sevilla.
(8) La Emperatriz María de Austria. Ca. 1600 Juan Pantoja de la Cruz.
(9) Grabado. Familia de Carlos II ante la Virgen de la Almudena. S. XVIII.

martes, 23 de julio de 2013

La restauración del Cristo de la Vera Cruz o Cristo Yacente de Fuentesaúco (Zamora).

Stmo. Cristo  Yacente o de la Vera Cruz, tras su intervención.

El pasado viernes, día 19, se presentó en Fuentesaúco la restauración de la imagen de Jesús Yacente que ha llevado a cabo Jaime Mateos Capel, Restaurador de Bienes Culturales, bajo las directrices de la Delegación de Patrimonio y Cultura y el Taller Diocesano de Restauración del obispado de Zamora.

Cristo Yacente, Semana Santa 2011
La imagen es una obra anónima de la cual se conocen pocos datos sobre su autoría y datación, si bien todo apunta a que pudo ser realizada a finales del siglo XVII por algún autor del círculo salmantino de escultores barrocos, siendo muy posiblemente la obra Cristo Nuestro Bien, de la Cofradía de la Vera Cruz de Salamanca, la fuente de inspiración para su realización. Se trata de una imagen de talla completa realizada en madera, presenta a Cristo Muerto con todas las heridas y laceraciones de la Pasión. Los brazos son articulados para poder celebrar la representación del descendimiento de Cristo, acto que fue prohibido en 1827 (más información sobrela talla).

La cofradía del Santo Entierro (heredera de la antigua cofradía de la Vera Cruz), de la que el Cristo Yacente es la imagen titular, llevaba varios años promoviendo la restauración de la imagen debido a la existencia de diferentes problemas de conservación. En términos generales la obra se encontraba en buen estado, especialmente al no haberse visto alterados sus elementos originales, no obstante el paso del tiempo y el uso de la obra habían ido distorsionando los valores originales de la obras.

Los deterioros más relevantes que presentaba eran:

- Suciedad acumulada en el conjunto de la obra que distorsionaba la calidad y detalles de la policromía.
- Presencia de varias grietas, especialmente una que recorría todo el abdomen y otra en la zona de los hombros.
-La badana de piel que cubría las articulaciones de los hombros se encontraba rota y muy deteriorada.
-  Los dedos de los pies presentaban numerosas pérdidas de volumen debido al rozamiento con la urna. En las manos, uno de los dedos se encontraba seccionado y se había vuelto a unir con pegamento.
-  Numerosos desconchones y pérdidas de color por el rozamiento y la acción humana.
-Presencia de pequeños repintes y zonas con barnices oxidados.




La intervención, que se presentará oficialmente en el mes de agosto, ha consistido en una limpieza general de la policromía original, reintegración volumétrica de las falanges de los pies, sellado de grietas, reintegración cromática de las lagunas y pérdidas de policromía original, reparación de la articulación de los brazos y aplicación de una nueva badana en piel natural, policromada siguiendo la tonalidad y las marcas de sangre de las partes conservadas de los elementos conservados, y por último la aplicación de la capa de barniz para proteger la obra.



Izquierda: antes de la restauración. Derecha: resultado de la intervención

Tras la retirada del barniz y la limpieza de la suciedad acumulada se observa una policromía mucho más pálida en la que cobra un mayor peso el tratamiento anatómico y la presencia de numerosos detalles en la encarnadura para reflejar las marcas de la flagelación, las heridas y el comienzo del rigor mortis en las manos y los dedos de los pies. Con esta intervención la imagen ha recuperado su pleno significado, mostrando una imagen clásica en las formas, tratamiento del paño de pureza o la anatomía, y de una mayor expresividad barroca en el tratamiento de la policromía, debido posiblemente a la práctica común de las labores de la escultura y la policromía no recayesen en la misma persona.


Izquierda: antes de la restauración. Derecha: resultado de la intervención

La imagen se encuentra ya en el Santo Sepulcro en la Ermita de los Dolores, donde se mantendrá expuesta a la veneración de los fieles.

Más fotografías del resultado:






Javier Prieto.

miércoles, 17 de julio de 2013

¿La Virgen del Carmen de Fuentes del Ropel obra de Ramón Álvarez?

Virgen del Carmen, Fuentes del Ropel

El blog Patrimonio popular de Emiliano Pérez Mencía recoge hoy una serie de imágenes de la Virgen del Carmen de distintos lugares de la provincia de Zamora, entre las que se incluye la de la localidad de Fuentes del Ropel en la que se aprecian numerosos grafismos del imaginero Ramón Álvarez (1825-1889).

Virgen del Rosario 1888, Alfaraz de Sayago.
Principalmente el rostro, la Virgen del Carmen sigue los cánones de las últimas imágenes marianas de Ramón Álvarez inspiradas en el rostro de su segunda esposa Ramona Feltrero (inmortalizada por su marido en un busto que conserva el Museo Provincial de Zamora). Tallas como la Virgen Peregrina, la Virgen del Yermo, la Virgen del Carmen de Benavente o la cabeza de la Virgen del Rosario de Alfaraz de Sayago repiten el mismo patrón, acercándose a  una producción casi seriada de sus imágenes marianas.. Rostros candorosos con las mejillas sonrosadas, ojos almendrados, amplia frente y el cabello peinado con raya al medio mientras los mechones ondulados enmarcan la cara.

En la talla de Fuentes del Ropel se aprecian además otros elementos comunes en la producción de Ramón Álvarez, como las formas del busto y la estrecha cintura comunes a los tratamientos de sus imágenes de candelero. Igualmente el recurso de las sandalias para calzar a la imagen es una de los rasgos más comunes a la obra del imaginero.

La figura del Niño Jesús también parece atribuible a Ramón Álvarez cercano en las formas y tratamientos a otras versiones del divino infante del mismo autor, si bien parece advertirse un repinte completo de la figura que desdibuja en parte sus rasgos originales.


jueves, 20 de junio de 2013

Colaboración con HCCofradías.com "Centro cultural para las hermandades de Sevilla"

Artículo de opinión sobre las posibilidades de un Centro Cultural para el patrimonio de las hermanades de Sevilla publicado en el sitio web HCCofradías.com:

Museo de la Macarena, foto Javier Díaz
El portal de noticias cofrades semanasantadesevilla.tv recoge hoy las siguientes declaraciones del Alcalde de Sevilla:   “Hoy no tenemos las circunstancias económicas para crear un museo de la Semana Santa” descartando además un posible centro de interpretación  “porque no hay que interpretar nada de la Semana Santa”.  Estas declaraciones, que fueron realizadas por D. Ignacio Zoido en el trascurso de una conferencia en la Hermandad de la Hiniesta, ponen de manifiesto la preocupación de buena parte de los cofrades de Sevilla por la necesidad de promover el patrimonio de las hermandades y la sensibilidad del organismo municipal respecto a estos temas, la afirmación sobre el centro de interpretación no sería fácil de escuchársela a muchos representantes municipales de otras ciudades españolas pues bien vale un puñado de votos cofrades auspiciar una actuación de este tipo por desencaminada que sea.

Sin embargo el fondo de las declaraciones ponen de manifiesto el escaso análisis sobre las posibilidades de gestión que ofrece el patrimonio de las hermandades, sería una temeridad limitarlo a las cofradías de Semana Santa como ha demostrado la última exposición sobre la Sacramental de San Bernardo. Las ideas faraónicas de grandes museos de temática local se antojan irreales ante la situación actual, siendo además proyectos de difícil gestión y escaso éxito en la mayor parte de los casos, tendentes a acumular pasos o enseres sin mucho mayor contenido didáctico. Por su parte los centros de interpretación, en sentido estricto, han resultado un nefasto ejemplo de mala gestión pública y escasa valoración por el visitante, sin embargo no todas sus herramientas pueden descartarse tan drásticamente como hace el alcalde sevillano.

viernes, 7 de junio de 2013

El patrimonio religioso en uso, garantía de conservación.


Altar de cultos, Hdad. de la Amargura. Sevilla


La preocupación por la conservación del patrimonio religioso desarrollada en las últimas décadas ha coincidido con una importante renovación de los enseres litúrgicos derivada de la interpretación  del Concilio Vaticano II. Estas dos realidades contemporáneas han conseguido que gran parte del legado patrimonial católico haya dejado de formar parte del ajuar de las iglesias, perdiendo gran parte de su significado, para formar parte de colecciones museográficas y exposiciones temporales o quedando olvidados en almacenes y sacristías.

Las cofradías, principalmente las de Sevilla y su entorno, han sabido defender la conservación del ajuar tradicional, consiguiendo frenar la desaparición de estampas seculares como los altares de cultos o el monumento del Jueves Santo, poniendo en valor un importante conjunto patrimonial vinculado al arte efímero: candelería, platería, mobiliario o colgaduras. El uso  de estas piezas obliga a primar su conservación, siendo necesario limpiarlas, restaurarlas e inventariarlas, pero sobretodo ha garantizado que las nuevas generaciones conocen su significado y entienden por qué y para qué se usan. Así mientras la mayoría de niños andaluces reconocen una naveta, una ráfaga o conocen para que se utilizaban las sacras, en el norte de España resulta una materia nueva para alumnos universitarios de estudios vinculados al patrimonio.

En el resto de España la utilización para el culto de determinados enseres (candelabros, sacras, expositores, jarras, paños, doseles, etc.) exige una profunda labor de recuperación tras varias décadas de desaparición que en ocasiones encuentra la oposición férrea de las posiciones más “contemporáneas”. En este sentido, las campañas de revitalización de la Solemnidad del Corpus Christi y otras fiestas en honor al Santísimo Sacramento están sirviendo para que muchas piezas abandonen las sacristías para recuperar la finalidad para la que fueron creadas, el culto divino, a la hora de levantar altares al paso de Su Divina Majestad.

Altar del Corpus, Cofradía de la Concha. Zamora.
¿Qué tiene que ver la recuperación del ajuar litúrgico tradicional con la conservación del patrimonio? Durante siglos las iglesias han mantenido los mismos incensarios, las mismas candelerías, las mismas sargas, las mismas imágenes ¿por qué? Por que se encontraban en uso, la utilización del patrimonio dedicado al fin para el que fue creado es una garantía de conservación y de conocimiento. Hoy en día, dado el conocimiento existente sobre conservación y protección del patrimonio, es perfectamente viable hacer un uso responsable y sostenible de las piezas.  El patrimonio vivo y en uso, en primer lugar se conoce y se aprecia, lo que permite una mayor conciencia social sobre su valor, su significado y su necesidad de conservación. Los enseres que se utilizan se revisan y se atienden, preocupándose de su limpieza, de las necesidades de restauración y de que no se pierdan o extravíen.

No cabe duda que existen piezas del patrimonio religioso que por su valor artístico y cultural deben formar parte de exposiciones y museos de arte sacro, pero ello no puede conllevar, como ocurre en muchos casos, la musealización de los templos, la proliferación de sacristías con vitrinas y la erradicación de las muestras de piedad y fervor popular. El acervo patrimonial de la Iglesia Católica encuentra su máximo significado cuando se utiliza para el culto, porque su uso conlleva su conservación y protección, la máxima puesta en valor posible y el disfrute de su significado.