Detalle, Aparición de Ntra. Sra. de S.Antolín |
El carácter devocional que impulsa y nutre a las cofradías
ha motivado la tenencia de valiosos enseres destinados a los oficios religiosos
y el ornato de las imágenes titulares, adquiridos por encargo de la propia
institución o mediante donaciones y contribuciones de devotos y benefactores. El
acervo patrimonial de las cofradías generado por el paso de los siglos nos
ofrece hoy un conjunto de incalculable valor y gran riqueza de matices.
Su puesta en valor debe partir primero de la propia cofradía:
reconociéndolo, procurando su inventariado y conservación, y especialmente velando por su natural puesta en
valor dedicándolo al fin para el que nació; para ya en una segunda etapa
analizar su valor cultural y su posicionamiento para ser aprovechado por el
resto de la sociedad, en lo cultual pero también en otras muchas facetas, que
desde el respeto a su fin primordial, enriquezcan el valor y el contenido de
los bienes mediante su gestión y aprovechamiento.
La dimensión y variedad de este patrimonio es una de sus
fuentes principales de riqueza, cada pueblo ha aportado a sus cofradías
matices, personalidad, artesanías, idiosincrasias que han dado lugar a que una
misma institución, las cofradías, tengan manifestaciones muy diversas en
función del lugar y la sociedad en la que se integran. Se trata de un fenómeno
que no afecta de forma tan clara al patrimonio eclesiástico con matices
derivados de las escuelas locales y regionales, pero siempre supeditado a los
grandes estilos artísticos.
A priori el patrimonio más común y fácilmente reconocible en
las cofradías es el escultórico, su
naturaleza las ha impulsado a adquirir representaciones de sus advocaciones
titulares. Son varios los ejemplos de hermandades que cuentan entre sus
imágenes titulares con auténticas joyas de la historia del arte: El Gran Poder,
de Juan de Mesa, de la cofradía homónima en Sevilla; Jesús atado a la columna, obra de Gregorio
Fernández, de la cofradía la Vera Cruz de Valladolid o la Inmaculada, también
del mismo autor, de la Vera Cruz de Salamanca.
La evolución de las propias
hermandades ha generado además un amplío conjunto de imágenes sustituidas,
figuras secundarias de los pasos procesionales, ángeles y representaciones
vinculadas al arte efímero, que en ocasiones por no ser su naturaleza principalmente
cultual pueden pasar desapercibidas a pesar de su valor o se encuentran en un
segundo plano devocional. Un
significativo ejemplo del valor de estas imágenes sustituidas lo encontramos en
la Hermandad Servita de Cádiz y su imagen fundacional: la Virgen de los Dolores,
realizada en 1729 por el escultor José Montes de Oca. Se trata de una talla marcada por los rasgos
reconocibles de la obra del autor sevillano y que es custodiada por la orden
seglar desde su ejecución a pesar de haber sido remplazada por la actual
titular en fechas muy tempranas, ha sido restaurada por Pedro Manzano en 2011.
Las colecciones
pictóricas de las cofradías pueden dividirse por lo general en dos grandes
categorías en función de si están destinadas al culto o bien forman parte de la
decoración de capillas y estancias. Las primeras responden a la misma necesidad que las imágenes
escultóricas, tener un soporte material de la devoción que sostiene la cofradía,
siendo habitual en las cofradías de ánimas y en las hermandades que tienen como
titular advocaciones antiguas. En esta línea hay que señalar, por lo meritorio
de la intervención, la reciente restauración de la capilla de la Virgen
de Roca-Amador llevada a cabo por la Hermandad de la Soledad de San
Lorenzo de Sevilla, en la que se ha
intervenido el icono pictórico que recoge esta advocación titular de la
cofradía. (ver
noticia).
Virgen de la Soledad, Medina del Campo |
Pero también las cofradías adquirían y encargaban cuadros
destinados a decorar sus capillas e iglesias, solían recoger representaciones
de santos vinculados a la cofradía, advocaciones cercanas y en los mejores
casos reflejaban aspectos de la propia cofradía, así son comunes los cuadros
dedicados a Vírgenes aparecidas en
los que se narra el hallazgo de la talla, u otros dedicados a festejos y
solemnidades que son fiel reflejo de las celebraciones de la cofradía en el
momento de pintarse, algo de lo que son buen ejemplo los cuadros de la Cofradía de Ntra. Sra. de San Antolín
o de la Concha, que narran la aparición y llegada de la patrona de Zamora. (Hasta marzo de 2013 se encuentran en la exposición
Rosa Escogida. 950 aniversario de la
Virgen de la Concha en el Museo Etnográfico de Castilla y León.)
Pero los
cuadros también tienen un gran valor documental para las cofradías, ya que han
sido, junto a los grabados, la principal vía de transmisión de las devociones,
trasladando estilos e influencias a lo largo de la geografía española e
iberoamericana. El caso más significativo es de la Nuestra Señora de la Soledad
de la Victoria del escultor Gaspar Becerra, cuyas reproducciones pictóricas se
hallan repartidas por infinidad de lugares, algo que la convirtió en modelo y
referencia para la creación de una nueva iconografía, aspecto este último que
ha sido fruto de un reciente estudio por D. Eduardo Fernández Merino bajo el
título “La Virgen de Luto”.
Próximos capítulos:
III. Arte mueble
IV. Textiles y orfebrería
V. Música, arte efímero y escenografía.
VI. Documentación y testimonios gráficos.
VII. Patrimonio inmaterial
VII. Patrimonio inmaterial
Fotografía 1: Detalle del cuadro de Aparición de la Virgen de la Concha, anónimo ss. XVII-XVIII. Iglesia de San Antolín, Cofradía de la Ntra. Sra. de San Antolín o de la Concha.
Fotografía 2: Virgen de los Dolores, José Montes de Oca 1729. Orden Seglar Siervos de María Santísima de los Dolores, Cádiz. Fuente: Blog La Sacristía del Real.
Fotografía 3: Virgen de la Soledad, Anónimo. Ermita de la Virgen del Amparo, Medina del Campo (Centro San Vicente Ferrer). Fuente: Página de Facebook de La Virgen de luto.
Javier Prieto Prieto, gestor cultural.
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